domingo, 10 de marzo de 2013

Grabado en mi piel


Hoy te vi. Llevabas esa camisa que me gustaba tanto y esos pantalones que te quedan tan bien. El pelo acomodado como tanto te gusta y esa chaqueta con la que me abrigabas las noches de frío. Sin embargo, he de admitir que al principio me costó reconocerte. Tu sonrisa no tenía el mismo color y tu risa no tenía la misma melodía. Yo ya no era dueña de tu mirada y tu piel ya no olía a mí. Y yo que creía que ya no sentía nada por ti…
Mi corazón habló por sí sólo: me alegraba verte feliz y que ella fuera partícipe de tu felicidad. Me satisfizo que te rieras a carcajadas y que no hiciera falta hablar para confesaros vuestro amor. Pero la noche siempre duele. Con el primer rayo de luz, a veces, se disuelve la oscuridad; otras, en cambio, parece incluso más intensa. Lo único que quiero es que seas feliz, te dije cuando decidiste que tu cielo ya no lo llevasen mis hombros. Y sí, era cierto. No obstante, entenderás que no quiera que otra persona sepa a qué saben tus besos, que no sienta lo que es dormirse dentro de ti. Que tu mirada no se transluzca en un salto al vacío cuando la ves aparecer. Entenderás que no quiera que ella escuche los nerviosos latidos de tu corazón, confundido con el suyo, cuando la estás amando. Comprenderás, amor, que no quiera que la lleves a las nubes para ver como el mundo se rinde a vuestros pies. Comprenderás, vida, que siempre te voy a querer. 

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