viernes, 8 de marzo de 2013

Amarte antes de conocerte


Hace casi veinte años una mujer dejó de ser feliz para ser inmensamente feliz. Cambió su casa por un hogar y, junto a su compañero de viaje, formó una familia. Hablar de lo que es ser madre no puedo, pues no he llevado dentro de mí una vida ni he educado a nadie para que sea una persona de bien. Pero sí puedo hablar de lo que es ser hija, hija de mi madre.
En la edad más difícil, la adolescencia, donde queremos independizarnos un poco de nuestros padres y dejar de ser sus pequeños, me di cuenta de que yo no era igual que los demás jóvenes: yo quería estar con mi madre. Saber apreciar el esfuerzo y dedicación no sólo por mí sino por mi hermano, mi padre y la familia que la rodea. Labor no fácil para una mujer a la que la vida no le ha puesto, precisamente, un camino de rosas. Y es por eso por lo que la admiro tanto. Saber vivir con las cosas más simples de la vida que, a la vez, para ella son las más importantes. Darle el valor a los pequeños detalles y valorar los pequeños gestos es algo que mi madre nos ha inculcado. Ser feliz con pocas cosas, no desear lo que tenga el otro, porque lo que nos hace más especiales es tener algo único. Y, en mi caso, es mi madre.
Hay que tener metas y objetivos que realizar en la vida, pero hay uno en que he desistido, he comprendido que es imposible alcanzar, y es el llegar a parecerme a mi madre. Claro que tengo ídolos y personas a las que admiro por el trabajo que realizan, pero ninguno de ellos son lo primero que veo cuando me despierto o lo último cuando me acuesto. Ninguno de ellos se han levantado por la noche para saber si dormía, estaba bien o me había bajado la fiebre. Ninguno de ellos están cuando me subo a bailar al escenario y, mucho menos, se emocionan al verme. Y, sobre todo, ninguno de ellos estuvo cuando nací.
Decir lo que mi madre es para mí es una ardua labor. Dicen que cuando las palabras salen del corazón es más fácil, pero en mi caso no hay palabras que expresen y embellecen más a mi madre que su propia alma. Ser lluvia en verano y sol en invierno, herida cicatrizada y olvidada, camino andado y futuro, rosa con espinas y capullo en flor.
Hoy, día Internacional de la mujer, rendir mi pequeño homenaje a todas las mujeres que se levantaron y dieron voz propia a un pensamiento, a un derecho y a una igualdad. Mujeres que, a día de hoy, siguen luchando por el lugar que nos corresponde. Y, mujeres madres que nos dan la vida, ahí es poco.

Gracias. 

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